domingo, 5 de julio de 2009

Una Pasión

Cuánto odiaba esperar. Por alguna razón que desconosco, cada segundo que pasaba me provocaba una extraña sensación en el estómago -como si miles de maripositas se hubiesen albergado allí y se dedicaran a revolotear sin rumbo alguno-, mis manos empezaban a sudar, mis unas desaparecian por arte de magia, los nervios llegaban a un punto peligroso en el cual era capaz de saltar de la silla cuando alguien me hablaba por sorpresa, la decepción me embargaba cuando pasaban más de tres minutos sin respuesta, y una alegría inmesa me llenaba cuando leía "Jean Carlos está escribiendo un mensaje" en la barrita inferior de la ventana, hasta que finalmente la lucecita del messenger parpadeaba alegremente, indicando una nueva respuesta en la pantalla.

Mientras esperaba a que este proceso llegara a su fin, comencé a cuestionarme ¿Cómo había llegado a convertirme en aquella chica que juré una vez nunca ser? ¿Cómo era posible siquiera que aquel joven lograra grabarse en mi memoria, en mi cabeza, en mi corazón y en mi alma, hasta tal punto que cada palabra de él dirigida a mí, me parecía el más bello poema, aunque tan sólo fuera un simple "Buenos Días señorita, ¿cómo estás?"

¿Cuándo diablos había empezado aquello? Probablemente fue aquel día de finales de invierno, cuando sin querer quedé atrapada en sus ojos color ámbar, que tanta seguridad, confianza y viveza transmitían. Justamente todo lo que me faltaba en ese momento. ¡Qué extraño puede resultar enamorarse perdidamente de alguien que hasta hace poco no sabías que existía! Era tan sólo un chico más, un companiero de los setenta y tantos que asistían a clase conmigo cada día. Quizá fue cosa del destino, que hizo que él se sentara justamente detrás de mi el primer día de clases -tercera fila, segunda butaca-, pero la cosa es que poco a poco esta cercanía me llevó a mi perdición. ¡Qué sorpresa la mía al entablar conversación con este chico, en el que rara vez había posado mis ojos, y descubrir el ser humano sensacional que resultaba ser! Alguien que veía la vida de una manera completamente distinta a la usual, sin complicarse la existencia por nada ni por nadie, tan libremente y cuyo único objetivo en la vida consistía en eso mismo: vivir. Pero no vivir por vivir, sinó más bien, vivir cada instante como si no existiera un mañana.

Ese aire tan suyo -que provocaba una sensación de autocontrol sobre su alrededor- me fue envolviendo. Empecé a buscar formas de acercarme a él como algo más que una amiga. Esperaba ansiosa sus llamadas por las tardes, mi corazón latía desbocado con cada nuevo mensaje que llegaba a mi celular -para luego volver a la normalidad bruscamente cuando me daba cuenta que no era suyo-. Sin proponérmelo, el ritual de prepararme para ir a la escuela se había convertido en agonía puesto que me vestía y me arreglaba para llamar su atención, para que cuando pasara por mi lado antes de llegar a su sitio, me abrazara de esa forma tan particular que tenía, como si quisiera transmitir paz con un leve roce.

Más sin embargo, no era paz lo que obtenía de él. Si bien al principio me conformaba con mirarlo, ahora el tenerlo tan cerca me provocaba desesperación. Si, pura desesperación concentrada. Quería que el se diera cuenta de mi cambio, anhelaba que toda su atención fuera dirigida a mí tal y como la mía estaba dirigida a él, a sus gráciles movimientos, a sus palabras de consuelo, a sus gestos naturales, y a su sonrisa... ésa sonrisa que simplemente me hacía suspirar. Necesitaba tenerlo para mí, pues en tan solo unos cuatro meses había pasado de ser mi amigo a ser mi obseción.

Y ahora mi obseción me hablaba por Msn.
-¿Qué tal las chicas? -pregunté tanteando el terreno que me traía tan preocupada. ¿Qué pasaría si de un momento a otro él se fijara en otra? No, eso simplemente no podía ser así. Me había dado claras seniales de que yo le gustaba, estaba segura de ello. Porque sino, como explicaría el hecho de que se preocupara tan insistentemente por mi, que habláramos siempre en el colegio, que iniciara conversación, que me regalara dulces en el recreo, que me fuera a visitar de sorpresa a la clase de inglés. Eso no podía ser un trato tan sólo de amigos, ¿verdad?

-¿Las chicas? Siempre ha sido sólo una. -respondió dejándome intrigada. ¿Qué quería decir con eso? ¿Es que había una chica y yo no estaba enterada? ¿Sería esa rubia que meses atrás lo había vuelto loco? No, me había dicho que ya no sentía nada por ella. ¿Entonces? ¿De qué hablaba?

-Bueno, pues... ¿Cómo está ella? -pregunté por educación, y porque claro, quería salir de mis tantas dudas. Podía ver como escribía la respuesta. Mi corazón oprimía mi garganta.
¿Ven por qué odiaba esperar una respuesta?


-Es que... Mira, es una larga historia y no he tenido tiempo de contarte. Pero el caso es que, tengo novia.

Puff! Una cachetada hubiese dolido menos. Hice un esfuerzo sobrehumano por controlar el temblor de mis manos, y pretendiendo indiferencia ante la noticia, respondí:

-¿Ah si? No lo sabía... -las lágrimas luchaban por salir de mis ojos, pero las retuve haciendo acópio de valor. No era de esas que lloraba por los hombres.

-Si, tenemos una semana de novios. Pero te cuento después que tengo que irme. !Cuidate mucho! Te amo.

¿Te amo? ¿Había leído bien? Entonces, y sin previo aviso, la dura realidad cayó sobre mis hombros. Me amaba, por supuesto. Pero como una simple amiga.
Recuerdo que tardé varios días en asimilarlo. En tragar la noticia de que aquel muchacho, MI muchacho, tenía novia y yo de ilusa, no lo sabía.
-Pensé que éramos amigos... -le dije cuando hablamos nuevamente, haciendo referencia a por qué no me lo había contado antes.
-Es que no había tenido el chance de contarte. -respondió.

De ese episodio de mi vida han pasado ya semanas. No puedo quedarme atrapada en el pasado, en el "Que pasaría si...", es cuestión de aceptar lo sucedido y continuar viviendo. Y como siempre, cada tropiezo en mi existencia significa una nueva oportunidad para crecer. De buscar la forma más entretenida de salir adelante. Pues llorar por lo perdido es muy fácil, y a mí me gustan los desafíos. Sonreír es más un reto que un simple gesto.

Mientras mis heridas sanan, y mi inocencia se recupera, he abierto las puertas de un nuevo cápítulo en mi vida. Ésta es la razón por la cuál abro este Blog. Porque a partir de ahora quiero concentrarme en mi misma, en algo que me importe, algo que me ayude a renacer de las cenizas, a revivir mi pasión olvidada: Escribir.

La pregunta es... ¿Podré lograrlo? Nada pierdo con intentarlo.

1 comentario:

  1. Es un relato precioso, Lu. Sigue así, me encantó por completo ...!! ^^

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