martes, 7 de julio de 2009

Amiga Mia

Canción: Amiga Mía, Alejandro Sanz.

Tomé aire un par de veces. Ella estaba allí, delante de mí con su cara a escasos centímetros de la mía. Tenía que hacer algo para desviar mi mirada de aquellos ojos negros que desde hace tanto tiempo me traían loco. Volteé y me senté en uno de los tantos pupitres que nos rodeaban. Ella me siguió y tomó asiento a mi lado.

-¿Y? –preguntó expectante. Al parecer quería una respuesta.

-¿Y qué? –pregunté testarudo. No estaba dispuesto a volver a hablar de aquello, pero ella seguía sacando el tema una y otra vez.

-Alex me invitó al cine esta noche. No sé si debería ir, ¿tú qué opinas?


Otra vez hablando del mequetrefe ese. Ése estúpido que no la valoraba y tanto daño le había causado en el poco tiempo que llevaban saliendo. Un brillo de inseguridad apareció en sus ojos. Me pregunté cómo aquella chica que tan sólo unos meses atrás estaba llena de vida, de alegría, seguridad, confianza en sí misma, y que le daban tres pitos los problemas amorosos, que tan sólo se limitaba a disfrutar cada segundo de su vida, se había convertido en esto. En una maraña de nervios, que tan solo pensaba en él. La veía consumirse ante mis ojos y nada podía hacer al respecto. Y él… lo sabía. Sabía que la tenía en sus manos, que ella haría cualquier cosa por él, así como también sabía que yo lo daría todo por ella. ¡Cuánto daría yo por verla feliz!

-Yo…

Miré por la ventana mientras reflexionaba qué responderle. ¿Acaso sería capaz de decirle lo que desde hacía tanto tiempo moría por salir de mi garganta? ¿Sería capaz de contarle que ese chico no valía la pena, que sólo la utilizaba, que era un bueno para nada? No. Eso simplemente la destrozaría. Yo no quería verla sufrir, y menos aún por mi causa.

-Creo que sí eso es lo que deseas, debes ir.

-¿En serio? Es que…


Mis ojos sobrevolaron el patio, tratando en vano de no escuchar lo que ella alegremente farfullaba. No es que me costara prestarle atención. No, al contrario, estar a su lado me fascinaba, si fuera por mi viviría por ella, respiraría por ella. Lo que no me gustaba era lo que en ese momento estaba diciendo, algo sobre qué ropa sería la más adecuada para vestir esa noche. Sabía muy bien que cada pensamiento de su cabeza iba dirigido a otro. A otro que no la valoraba y ni siquiera se tomaba la molestia de prestarle atención. ¡Qué injusta era la vida! Era yo quién estaba a su lado todo el tiempo y sin embargo era él quien recibía todas sus caricias.

Una brisa fuerte entró por la ventana entreabierta, provocando que su cabello ondeara al viento. Volví a mirarla. Sus labios se movían sin cesar, hablando entusiasmada por la velada de esta noche. Concentré mi atención en esos labios color carmesí que tanto me gustaban y me quedé mirándolos, soñando con ellos como cada noche, con el día en que fueran míos y de nadie más. Suspiré.

-Jake, ¿me estás escuchando?
–dijo buscando mi mirada al darse cuenta que mis ojos se habían quedado clavados en su boca.

-Tengo que decirte algo.
–la miré directamente a los ojos esta vez. Tenía que decirle. Debía confesarle lo que mi alma clamaba a gritos. Mi pulso se aceleró, pude escuchar claramente el tic-tac del reloj de pared, el viento que seguía soplando incesante. ¿Qué se supone que le diría? “Sé que hemos sido amigos durante años, pero ya me cansé de estar a tu lado pretendiendo que no pasa nada cuando la verdad es otra. Quiero gritar a todo pulmón que te quiero. Sí, que adoro desde el primer instante en que mis ojos se posaron sobre tu figura, desde el momento en que tu sonrisa se quedó grabada en mi cabeza y envolvió mis pensamientos, atrapando mi alma. Yo…”

-Te amo.
–mi corazón se detuvo al pronunciar éstas palabras. ¿Qué había hecho? ¿Por qué las había pronunciado en voz alta? Esperé atento su reacción. Sentí como una daga atravesaba mi pecho cuando descubrí cómo me miraba asombrada, buscando alguna señal de que estuviera bromeando y al no encontrarla, se parara lentamente de la silla, como si yo fuera una especie de bomba a punto de explotar. Estaba claro que la había tomado desprevenida y estaba más que asustada ante mi declaración. Me debatí un instante conmigo mismo. ¿Debía seguir adelante con mi confesión y arriesgarme a perderla para siempre o… deshacer el disparate que había cometido? No tardé mucho en decidir.

-Eres mi amiga, tan solo pretendo que cuentes conmigo… -vi como se relajaba ante mis palabras. Sonreí de medio lado –Pero esto debes hablarlo con Jessica, no conmigo, ya sabes que no soy bueno para eso de la moda. –hice un gesto hacia la descuidada combinación que llevaba puesta ese día.

-¡Ni qué decirlo! Iré por ella ahora y mañana te cuento cómo salió todo, ¿vale? –me dio un beso en la mejilla. Dios, que difícil era tenerla tan cerca, pero tan lejos a la vez. Caminó con calma hacia la puerta, pero antes de salir, se volvió y me dijo: -Gracias, Jake. Eres un amigo fenomenal, no sé qué haría sin ti, de verdad. –y sin más, salió al patio.

Me había acobardado otra vez, para variar. Ojala algún día tuviera las agallas de hablarle de frente, sin tantos rodeos. Pero ella era feliz con otro, o por lo menos, creía serlo. No podía meterme entre ellos. Esperaría con paciencia hasta que ella se diera cuenta por sí sola de mis acciones, de lo que cada mirada, cada sonrisa, cada palabra pronunciada, cada sueño soñado, cada ilusión albergada en el fondo de mi ser y cada suspiro de mi alma por ver pasar el tiempo sin ella, significaban. Tenía la certeza de que en algún momento ella uniría las piezas del rompecabezas y se daría cuenta de lo que yo me veía imposibilitado de decirle.

Tan solo desearía, que para ese entonces, no fuera demasiado tarde.

1 comentario:

  1. Lu..!!
    Me ha encantado. Puse la canción de fondo y empecé a leer... te quedó precioso. Sigue así, que tienes talento, hermanita.

    Miles y miles de besos,

    * Lizzie *

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