miércoles, 24 de agosto de 2011

Besar a un ángel.


Hace unas horas terminé de leer un libro que dejó un impacto positivo en mi persona. Se llama “Besar a un ángel”, de la escritora Susan Elizabeth Phillips. Desde hace algunos años leo sus novelas, pues aunque me cueste admitirlo aveces, soy una romántica empedernida e insufrible.

“Besar a un ángel” fue escrito en 1996. Cuenta la historia de una hermosa mujer, Daisy Devreaux, hija ilegítima de una modelo británica y un empresario ruso. Es obligada a contraer matrimonio con Alex Markov, quien además de ser mortalmente guapo, considera que su esposa no es más que una tonta niña rica y superficial. La hace sufrir llevándola consigo a trabajar en el Circo de los Hermanos Quest, con la intención de que aprenda el lado duro de la vida, sin comprender que es ella quien le enseñará una lección que jamás olvidará: Amar.

Sí, se lo que parece. Pero contrario a lo que puedan pensar, ésta no es la clásica historia en la que dos personas que no se soportan terminan enamorándose. Se trata sobre algo que va más allá del romanticismo. Cada uno de los protagonistas se enfrenta a sí mismo. Hay un pasaje de la historia que llamó mucho mi atención:

Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida. Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse. Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor. El dolor del deslució. ¿Sería eso lo que le ocurría? ¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?”

Muchas veces he decido no sentir. No dejarme dominar por las emociones, no confiar ciegamente en las personas, no amar. ¿Acaso esto no nos lleva al sufrimiento, a la decepción, al desamor? Sí. Pero al mismo tiempo sentir estas emociones, buenas o malas, nos enseña lo que debemos aprender de la vida. El deshielo de nuestras emociones es fundamental para llegar a conocer lo que es el amor.

Debo admitir que en algunos puntos de la novela, las lágrimas estuvieron a punto de salir a flote. El amor que se puede llegar a sentir por otro ser es tan inmenso, que nos hace comprender el valor que tienen las personas que nos rodean. No necesariamente debe ser un amor de pareja, también el amor por un familiar, por un amigo, e inclusive por los animales cabe perfectamente en esta categoría.

Algo sorprendente de la historia, es la habilidad con que la autora mezcla la realidad con la ficción. En el libro se muestra al protagonista como posible bisnieto del último Zar de la Rusia de principios del siglo XIX, heredero del zar Nicolás II. Tiene un trasfondo más que interesante, pero que dejaré para relatar en una próxima entrada.